Por su parte, los lancheros de las cooperativas turísticas del puerto también esperaron en vano. El turismo masivo escasamente se asomó por el pueblo, ya que arribó en una explanda herméticamente cerrada al público, donde dos galerones con carpas mostraban algunas artesanías, pero el resto era un llano de pavimento sólido, sin un alma, arrasado por un aire invernal que calaba los huesos. Allí, bajo la supervisión de las autoridades del puerto, los visitantes subieron a unos autobuses y partieron a sus paseos -organizados por la empresa Balderrama- dejando a taxistas y lancheros en decepción.
La fiesta del pueblo se armó con la presencia de los visitantes locales y los mismos porteños, quienes acudieron gustosos a la terraza frente a la bahía, admiraron el ballet de la academia Melchor Ruiz y comieron los antojitos preparados para un invitado que no asistió.
Audio
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mi trabajo...